“De nuestras vulnerabilidades vienen nuestras fortalezas”

Sigmund Freud.

Desde el punto de vista del Coaching Ontológico, hay dos maneras de enfocar la vulnerabilidad: como debilidad o como fortaleza.

Si la vemos como debilidad, cuando estamos con otros nos costará admitir (por miedo, por vergüenza…) que no sabemos sobre algún tema o que no sabemos hacer algo. Esto nos sucede porque creemos que los demás van a pensar que somos débiles, que no somos capaces o que van a utilizar nuestras “debilidades” para atacarnos o reírse de nosotros.

Tendremos dificultades a la hora de pedir ayuda. En vez de pedir la ayuda que necesitamos, nos autoengañaremos pensando: “puedo yo solo”, “no necesito nada de los demás”. Y, a la hora de actuar, no nos permitiremos cometer ningún error porque, si nos equivocamos, lo viviremos como un rotundo fracaso, cerrando así la puerta al aprendizaje. Este esfuerzo por enmascarar la realidad (por querer mostrarnos perfectos) nos empujará a vivir con temor, en continua tensión y estrés.

Sin embargo, si entendemos la vulnerabilidad como fortaleza, seremos conscientes de que no somos perfectos, de que todos tenemos nuestras limitaciones y carencias, de modo que nos resultará más fácil aceptarlas y mostrarlas para ser cada día una versión mejor de nosotros mismos y, en caso necesario, permitirnos pedir ayuda.

Además, convertiremos nuestros errores en una gran oportunidad para aprender y avanzar hacia la consecución de aquellos resultados que no estábamos logrando hasta ahora.

Todo esto mejorará nuestras relaciones, ya que al mostrar nuestras vulnerabilidades estaremos invitando a que los otros también lo hagan.

Así pues, recuerda: “No somos perfectos, atrévete a mostrar tus vulnerabilidades (todos tenemos limitaciones y carencias), afróntalas sin enmascararlas, con honestidad y con humildad. Esto hará que te sientas libre, valiente y en paz por mostrarte tal cual eres, permitiendo así que los demás también se muestren tal cual son”.